Wed, 04/09/2014 - 20:17

Razón, corazón y religión - I parte -

Foto: Columnista Leticiahoy
Foto: Archivos electronicos

Recuerdo que era septiembre del año 2000 y estudiábamos inglés en el Comando Unificado del Sur, en Leticia. *Valeria y yo nos conocimos en ese ambiente de amistades sólidas pero temporales; a primera vista confieso que ella me atrajo mucho. Una morena muy bonita con personalidad encantadora. Decidí hablarle y muy pronto nos convertimos en amigos, lo que posteriormente desembocó en un noviazgo, digamos que normal en apariencia – ella se me declaró el 20 de septiembre de ese mismo año, lo recuerdo porque fue ese día en que María Isabel Urrutia conquistó la medalla de oro en los Olímpicos de Sidney; y yo mientras tanto conquistaba el corazón de Valeria (que cursi)- . Nos veíamos en las noches cuando ella paseaba su perro y antes de ir a clases la recogía en su casa. Todo transcurría con normalidad, no veía en ella alguna señal que me despertara desconfianza; una niña que sentía profundo amor y respeto hacia sus padres y hermano, tenía una limitada vida social y contaba con muy pocas amigas. Tierna, cariñosa y noble.

Su familia la integraba el papá miembro de la Armada Nacional, su mamá secretaria de una empresa de combustibles y su hermano menor de unos 12 años.

Nuestra relación se limitaba a su disponibilidad, los martes y jueves no podíamos vernos en la noche. Yo en ese entonces salía a departir con amigos los fines de semana; planes en los que ella no participaba pero que comprensivamente y sin reproches los aceptaba. Algo raro en cualquier tipo de relación. Ella tenía 19 años y yo 21. Nuestros encuentros eran a contrarreloj y procurábamos disfrutarlos al máximo, por lo menos hablar de cosas triviales, simples y reír.

Una tarde antes de recogerla en su casa para ir a clases, me llama angustiada y con llanto me advierte que necesita hablar urgentemente conmigo. Tomé mi moto y en cuestión de pocos minutos estuve en su casa. Durante el corto trayecto pensaba sobre las causas de su llamada y la urgencia de vernos.

¿Tendrá hijos, otro novio o esposo?. Muy raro todo. Pensaba.

Al llegar noté que había llorado demasiado. Me invitó a seguir a su casa. Me acomodé en una silla y con dilaciones prolongaba decir la razón que generaba su angustia.

-“Jaime, yo te quiero mucho y te lo he demostrado aunque no contemos con el tiempo suficiente. Mis papás aprobaron a regañadientes nuestra relación pero la situación se ha vuelto incontrolable. He tratado de muchas maneras hacerles entender que tú eres un joven sano y de buena familia pero eso no es suficiente para ellos, por lo que me exigieron hoy como último plazo el tener que decirte algo que hará cambiar las cosas entre tú y yo; te aclaro que la decisión es tuya así sea dolorosa para mí”

. En mi cabeza rondaban todas las hipótesis posibles.

-“Dime de una vez porque ya me parece preocupante todo lo que me dices”. Reclamé.

-“Jaime, mi familia y yo pertenecemos a los Testigos de Jehová. ¿Los conoces?, ¿Sabes en que consiste nuestro pensamiento?”

. -¿?.”Pues más o menos”. Dije con la mente en otro sitio.

Sinceramente me tomó por sorpresa esa declaración. Pensaba en todo menos que el motivo fuera de carácter religioso. Me preocupó bastante. Sabía muy poco, solo que suelen llegar a las casas los fines de semana llevando “la buena nueva”, armados de revistas como “Atalaya”, “Despertad” y “Los jóvenes también preguntan” y que son muy insistentes en llevar su mensaje sin importar el modo y a quienes.

-“Dime, ¿hay algún problema para que tú y yo sigamos juntos?”. Insistió.

-“No, para nada”. Dije. ¿Qué más podía responder?. No dimensionaba en el lío que me estaba metiendo al dejar pasar ese aspecto tan superficialmente.

Salí de su casa preocupado y extrañado porque uno al conocer a alguien en lo que menos está interesado en saber es en sus creencias religiosas. Y esta ocasión estaba experimentando algo nuevo y lleno de incertidumbre. No fue fácil decirle a mi familia, somos católicos creyentes y ante todo respetuosos por otros credos; sin embargo sabía que los Testigos de Jehová tienen un estilo de vida muy distinto a los demás que creemos en Dios y sus mandatos. Lo asimilaron con algo de preocupación. Sin embargo, muy tolerantes la aceptaron sin ningún tipo de reservas; siempre y cuando no traspasara los límites que señalan nuestras creencias y tradiciones.

Tratamos en lo posible llevar la relación sin ningún tipo de sobresaltos, hacer de cuenta que no había nada de por medio que nos diferenciaba enormemente. Poco a poco iba conociendo sus creencias y confieso que me iban desanimando mucho. Hay aspectos en la vida que parecen intrascendentes porque son normales y rutinarios, pero al tener al lado a alguien que no las comparte adquieren una significativa importancia; ya que marcan una brecha entre la pareja que difiere en sus opiniones.

Por ejemplo, no celebran cumpleaños, fiestas de navidad y año nuevo, usan una indumentaria muy sobria, y no están de acuerdo con las transfusiones de sangre; hacen prevalecer su interpretación estricta de la Biblia sobre el derecho a la vida. Terrible. Además, no consumen nada que tenga que ver con sangre, no me veía junto a ella privándome del placer de poder saborear una pepitoria, un hígado encebollado o una morcilla. Parece algo sin importancia pero como dije anteriormente va zanjando enormes diferencias.

Los padres de ella eran sumamente parcos, respetuosos pero distantes conmigo. Con mucho recelo permitían visitas máximo de 1 hora, tiempo en el que íbamos a tomar algo y regresar con puntualidad. En cierta ocasión, ella me propuso salir a bailar, nunca había tenido ese tipo de plan de ir a una discoteca tomar algo y pasarla bien. Me alegré porque era algo nuevo para ella y tener otro espacio en el cual compartir podría afianzar más relación.

Les manifesté a mis papás mi intención que nos acompañaran con el propósito de compartir los 4 un momento lejos de tensiones, y darle a ella un aire de confianza y cariño por parte de ellos. Cosa que sus papás nunca tuvieron hacia mí. Continuará.

Correo: andresbarpo@gmail.com  Twitter: @andresbarpo

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