No me vuelvan a invitar I Primera
Pensaba: (Clima frio, acampar, sin baño, gente que no conozco, vino caliente, guitarra, música protesta; ni de vainas me apunto a eso).
LA INVITACIÓN
Hace algún tiempo, sonó mi teléfono:
-“Hooola tú, dispuesto a pasar un fin de semana que no olvidarás?”.
-“Hola *Mariana, cómo estás?. Por supuesto, dime como es el plan?”. *Mariana, 26 años, ojos negros, estatura media, piel blanca. Nos conocimos al coincidir en la fiesta de un amigo. Estudiaba antropología, de temperamento tranquilo y hasta cósmico. Buen sentido del humor. Me atraía…y mucho.
-“Es una salida a una finca a las afueras de Bogotá; vamos con 4 compañeros, tu y yo…todos en pareja”
. Pensaba: (Clima frio, acampar, sin baño, gente que no conozco, vino caliente, guitarra, música protesta; ni de vainas me apunto a eso)
. -“Por supuesto, dime a qué hora, en donde y que hay que llevar?”. (Que bestia).
-“Corazón no te preocupes, ellos se encargan de comprar todo y allá hacemos cuentas”
. LA SALIDA
Salimos el sábado muy temprano, tempranísimo. Me recogen donde vivo y la primera impresión que tengo es la cantidad de lana que vestían mis compañeros de viaje (gorros, guantes, sacos, ruanas, mochilas y más mochilas) parecían una caseta de artesanías en Nobsa (Boyacá).
*Mariana, me saluda efusivamente y yo fingiendo entusiasmo me preparaba anticipadamente a un fin de semana largo.
-“¿Que dice el parcerito Jaime?” -Me saluda el encargado de conducir-. “Compa!, mi nombre es Antenor, mucho gusto”.
-“Igualmente, buenos días para todos”. (Olvídense que voy a usar lenguaje incluyente).
El resto de ocupantes iban arrunchados, medio abrieron la boca para responder el saludo.
*Mariana sin pena decidió abrazarme con el propósito de dormir. Yo, muy caballero hice lo propio, la abracé y…no pude dormir. Se me durmió el brazo, pero eso no era todo. Un CD con solo 6 canciones ambientaba el viaje en el que Antenor (¿en pastillas o jarabe?) conducía, y yo únicamente pensaba en las horas que restaban para el viaje de regreso.
Llegamos a la tan nombrada finca. A pesar de haber visto “desayunaderos” por casi todo el camino y yo con un hambre voraz, confiaba en el suculento desayuno que según *Mariana llevaba Úrsula, la novia de Antenor. De la otra pareja ni hablo de cada uno, no se separaban para nada. Una especie de siameses que los unía la misma ruana.
Bajamos las cosas del carro, mochilas por doquier, tiendas de campaña para 6 personas con todos sus accesorios, elementos de cocina, vino en caja, botellas de sabajón, unas cuantas cervezas, y muchos vegetales.
-Tendrán conejera, pensé.
- Pero…¿Y el balón?, ¿y la carne, los chorizos y la morcilla para el asado?. Empecé a preocuparme.
Entramos a la finca y no había mucho, ni muebles, ni televisor, ni nevera, ni camas. Adornaba el escenario un viejo armario lleno de libros, una mesa estilo archivador de madera con más libros y 4 sillas de plástico. Afiches enmarcados con figuras abstractas, y un poco de arte pop. Una cocina a medio hacer y una limpieza aceptable. No había baño.
-“A desayunar!”, gritó Úrsula.
Enseguida nos pasa vasos plásticos con jugo de naranja amargo, que acompañado por la temperatura helada de aquél lugar, causaba un escalofrío difícil de describir sin hacer malos gestos. Empacado en vinipel un sándwich con lechuga, tomate, atún y una vinagreta agradable.
-¿No más?. ¿Y el caldo con costilla, el chocolate, los huevos o el tamal?. Seguía pensando. Si así es el desayuno cómo será el almuerzo…
LA CAMINATA Y… ¿EL ALMUERZO?
Después de degustar el desayuno (3 minutos). Antenor nos invita a hacer una caminata por los alrededores de la finca. *Mariana entusiasmada me animaba a seguir el programa establecido por ellos, y yo con algo de resistencia dejé mi iPod y el celular en la casa.
Todos íbamos en silencio cuando de un momento a otro Antenor con voz fuerte anuncia: “Amigos del verde y el agua, saludemos a nuestra madre, ella que nos da la vida, nos alimenta y nos recibe. Pidámosle permiso para ingresar a su santuario”. Estira sus brazos hacia arriba y pide que lo sigamos. (¿Se imaginan ustedes verme en esas?).
¿? -¿Se están fumando la lechuga?. Me cuestionaba con intenciones de reírme.
Casi dos horas duró la caminata en la que ellos arrancaban hojas, las olían, masticaban, tomaban fotos. En fin, *Mariana me preguntaba con insistencia:-“¿Qué tal la estás pasando?, ¿Bonito el lugar, no te parece?, ellos son súper buena gente, relocos!”. Yo sólo contestaba afirmativamente y con algo de humor su repetitivo interrogatorio. Al regresar, con hambre y un poco cansados; Richard el tipo que no se le despegaba a la novia y viceversa, interviene: “Bueno muchachos, nosotros nos encargamos del almuerzo”.
Esperando un asado, un sancocho o por lo menos una sopa. Me desilusioné al ver unas hamburguesas hechas con algo que parecía carne pero no era carne. Compuestas de soya, huevo y otras cosas que se alejaban de los ingredientes normales y por supuesto, más lechuga, más tomate, más pan integral. Pocas calorías y mucho frio. Pasó la tarde por fortuna soleada. Decidimos armar las tiendas de campaña -no tenía ni idea de eso-, y de una vez van llegando Antenor y Richard con tubos, amarres, cabuyas y las carpas con un fuerte olor que mezclaba orines con humedad. Un desorden monumental. Sin embargo, lo tomé como una buena oportunidad para charlar y hacer algo para calentar el cuerpo. *Mariana con sus amigas ordenaban algunas cosas que llevaban de equipaje.
LA NOCHE
Anocheció y mi preocupación por la falta de baño y dormir en esa carpa con olor a “berrinche” era inmensa. Pero un caballero como yo, no podría renegar en “plan de conquista” por las condiciones en que estaba; de las cuales ellos si estaban acostumbrados y disfrutaban al máximo. Todo era silencio alrededor. Las mujeres destaparon una botella de sabajón y los hombres compartimos unas cervezas e hicimos una hoguera para calentar el ambiente. Casi a las 9 de la noche Antenor va hacia la camioneta y saca la guitarra. Inmediatamente, empiezo a temer que la noche iba a transcurrir entre los acordes de Pablo Milanés, Ana y Jaime, Mercedes Sosa, Silvio Rodríguez, entre otros. Lo que efectivamente pasó. Conservaba alguna esperanza que de su repertorio se escapara alguna canción de despecho, aguardientosa o parrandera que amenizara aún más la noche. No fue así, incluso me ofrecí a cantar gracias al ánimo que me inyectaron las cervezas, el sabajón y el vino. No me dieron esa oportunidad y tuve que soportar hipócritamente esa música que no me agrada ni poquito. Sin embargo, eso me ayudó para asimilar lo que vendría…dormir en carpa. Algo que jamás había hecho.
-“Bueno corazón, las niñas nos vamos a dormir en aquella carpa y ustedes los hombres en esta otra que es más amplia”. – me dijo *Mariana.
Acepté con resignación.
CONTINUARÁ…
JAIME ANDRÉS BARBOSA POVEDA
Correo: andresbarpo@gmail.com Twitter: @andresbarpo