Primera feria ganadera y equina en el Amazonas
A raíz de las festividades de San pedro y San Pablo y las de la Confraternidad Amazónica que acaban de transcurrir en Leticia capital del departamento del Amazonas, viene a mi memoria una fiesta que tuvo gran trascendencia en la ciudad por ser la primera y última vez que se celebró llamada’ “Feria ganadera y equina del Amazonas” que se realizó en el mes de junio de 1980.
Para esa época todavía estaba en su apogeo la bonanza cocalera en todo el territorio nacional y principalmente en la ciudad como puerta de entrada a tan lucrativo negocio.
La visita a la ciudad de reconocidos “emergentes” no era para nadie ni para las autoridades desconocida, personajes entre los que podemos mencionar a los hermanos Ochoa, el mexicano, Jairo Caballo y otros tantos al servicio del Cartel de Medellín y de Cali, quienes eran acolitados por personajes nativos y vivientes en la región de quienes no mencionaré sus nombres, pues ellos saben quiénes son, para no perjudicarlos tanto a ellos como a sus familiares que ahora son honorables políticos o grandes empresarios y no quiero que resurjan señalamientos, que aunque posiblemente sean verdaderos, no me corresponde a mi hacerlos.
Pues bien, cierto día en una de las tradicionales bebetas que estos personajes solían hacer en diferentes sitios conocidos de la ciudad, lanzaron la proposición de por qué no hacer una feria que tuviera trascendencia y resonancia histórica en el pueblo, para lo cual consultaron con un amigo manejador, para la época, de la colonia costeña en la región, manifestándole que había la disponibilidad monetaria para hacerla y que necesitaban de un organizador para que se encargara de la parafernalia del evento.
A mi amigo le sonó el reto y aceptó, razón por la cual lo nombraron presidente de la feria.
Entre trago y trago nombraron la junta directiva de las fiestas y se acordaron todos los pormenores de lo que se quería realizar.
Infortunadamente no recuerdo los días de su realización pero sé que a partir del nombramiento del presidente de la feria empezaron los preparativos, motivo por la cual el presidente nombrado viajo a Bogotá y la costa a hacer los contactos con los artistas que animarían las festividades.
Fue así como se contrató a la orquesta de Pacho Galán Jr, un conjunto vallenato, a Rafael Escalona quien vino con su propio conjunto, y a Beto Martínez, los cuales se presentarían en el Club Social de la época el Casino de Oficiales de la Armada Nacional.
Los corrales para la exhibición ganadera serían en el lote contiguo a Navenal el cual se acondicionó para el evento, los corrales para los equinos estarían situados en el lote propiedad de Mariaca enseguida de su restaurante cerca de la frontera con Brasil.
Aviones tipo Curtis empezaron a llegar a Leticia con caballos de paso traídos de Bogotá y Medellín.
Era una fiesta de los “emergentes” al pueblo leticiano con anuencia de las autoridades.
A los ganaderos de la región se les extendió la invitación a participar en la feria con sus ejemplares y aunque la ganadería apenas se iniciaba en la región, resultaron ejemplares para exhibir y concursar.
A partir de la llegada de los caballos se empezó a sentir la fiesta en el pueblo, ya que después de su arribo, la avenida Internacional se convirtió en una sola rumba. Música a todo volumen, cabalgatas, en donde los “duros” exhibían sus mejores ejemplares, bebetas, peleas de gallos en la famosa gallera “Gallo Giro” lugar en donde se mezclaban los emergentes con la crema y nata de la sociedad amazonense.
Allí se disputaban peleas de gallo con grandes sumas de dinero en juego y el whisky “Chivas Royal Salute” se bebía como agua.
Por la noche la rumba era en el Apostadero Naval y en varias casetas populares instaladas en lugares estratégicos.
Fue en esta feria en donde surgieron dos hechos inolvidables: el primero ocurrido con sor Adiela Gil a quien apodamos Sor Metralla pues todo disparo que le hacía a los visitantes era por plata para sus obras de beneficencia anécdota que conté detalladamente en su crónica.
La monja era muy querida por todos estos manejadores del negocio ilícito quienes le ayudaban con dinero para su obra que consistía en hacer casitas para los pobres.
Pues bien, después de una cabalgata por el pueblo los participantes se encontraban departiendo en la cafetería del Hotel Anaconda cuando paso la monjita viendo allí la oportunidad de recoger algunos pesos para sus obras. La monja se acercó al grupo quienes la recibieron con aplausos. Como ya sabían el motivo del arribo de la monja a la mesa todos se pusieron de acuerdo en que le ayudaban siempre y cuando ella se tomara un trago de aguardiente. Ni corta ni perezosa como buena paisa de raca mandaca, con disimulo se ingirió el trago tras los aplausos de la mesa.
Acto seguido, un emergente para lucirse delante sus amigos le regaló a la monja el caballo de paso que estaba montando, regalo que la monja aceptó pues sabia de su valor y lo que representaba para sus obras. Como vieron que ese regalo sería un problema o encarte para la monja resolvieron cambiárselo por una moto y dinero en efectivo. Por algunos días la monja disfrutó de la moto pero luego fue reprendida por su superiora por el mal ejemplo que según ella, daba a la comunidad. De inmediato, la monja se fue a hablar con sus benefactores, les expuso la problemática y le solucionaron el problema cambiándole la moto por una bicicleta y dinero en efectivo, transacción con la que todos quedaron contentos sobre todo la monja que quedó con bicicleta y dinero en efectivo para sus obras. Desde ese día la bicicleta fue su compañera inseparable.
Al darse cuenta la comunidad de la fuente de financiación para sus obras la monjita fue trasladada a Barranquilla en donde murió y todo ello por hacer buenas obras con dinero del narcotráfico.
También tuvo repercusión en esta feria el flirteo habido entre un conocido emergente quien haciendo uso de su poder y dinero puso toda la artillería sentimental y económica para tratar de enamorar a una hermosa nativa de la ciudad a quien engalanó con costosas joyas y regalos, como quien dice, la conquistó con casa carro y beca y a quien como regalo extraordinario y con el aval del gobierno local, la enviaron a representar al Amazonas con toda una delegación de lujo, al concurso Nacional de la Belleza en Cartagena todo eso con dineros “Non Sanctus” en una población en donde el dinero era más importante que su procedencia.
Y así transcurrió una feria que aunque no era tradicional, si pasó a la historia popular, pues se distinguió por que todo transcurrió con relativa normalidad sin ningún hecho que lamentar, distinguiéndose por el derroche y opulencia demostrado por estos comerciantes del negocio ilícito quienes tiraron la puerta por la ventana como se dice popularmente con miras a divertirse y divertir al pueblo que les colaboraba con su trabajo.
Y 36 años después, debe existir algún producto filial resultado de aquellas inolvidables fiestas.
Carlos Javier Londoño O.