En Homenaje a la Masacre de Bojayá
El impacto de los cilindros bomba era cada vez más notorio y estruendoso haciendo blanco en diferentes casas y edificaciones; mientras tanto en la iglesia - lugar supuestamente más seguro para ellos - la población se entregaba a la oración en medio del llanto, el desespero y la incertidumbre, clamando al Hacedor un buen término de ese enfrentamiento armado.
Fueron varios los cilindros que cayeron sin explotar en el área en donde se encontraba la población.
Pasadas las 10 de la mañana llegó el “impacto mortal”, un cilindro de gran tamaño disparado por las Farc-ep desde varios metros de distancia, impactó el techo de la iglesia, entrando y explotando en el interior en donde se encontraban los refugiados, acabando con el recinto sagrado y además con la vida de más de un centenar de personas entre niños, mujeres, hombres, adultos y ancianos.
El caos era total, el infierno allí vivido y la visión dantesca del lugar eran traumática e impactante; los sobrevivientes y heridos que lograron pararse tras la explosión, corrían desaforadamente con pañuelos y banderas blancas por las calles entre el fuego cruzado, buscando protección y tratando de llegar al rio para cruzarlo y quedar a salvo en la población de Vigía del Fuerte.
Neymar, como sobreviviente y como todos los niños allí presentes, lloraba y gritaba aterrorizado no alcanzando a dimensionar la situación, pues al ser alzado en hombros por un tío durante el caos que se vivía dentro de la iglesia destruida, no se dio cuenta del estado en que quedaron sus padres víctimas de la explosión de la cual, aunque un poco aturdido, él junto a algunos familiares salieron ilesos milagrosamente.
Todo el que pudo trató de huir desde el interior de lo que quedó de la iglesia hacia lugares más seguros; sólo los cuerpos de los fallecidos y heridos yacían esparcidos por el suelo.
Al día siguiente, tras un receso del enfrentamiento, las Farc-ep anunciaban que habían retomado el control de la población y que permitían sacar a los muertos y heridos, labor que fue interrumpida varias veces por la reanudación de los combates.
Como caso particular, entre los escombros se encontraron los restos de una imagen destrozada por la explosión. Era el torso del que fuera el Cristo crucificado de la iglesia que, aunque tenía cabeza, carecía de brazos y piernas, imagen que se convirtió en el símbolo de la tragedia y de la esperanza.
Desde ese momento empezó el éxodo y sufrimiento de la población.
Cinco años después, en octubre 13 de 2007, con el lema “reubicación con dignidad”, el presidente Uribe junto con una comitiva gubernamental, inauguró la población de “Nuevo Bellavista”, situada a un kilómetro de la Bellavista original en donde ocurrió la masacre. Aunque el gobierno indemnizó a los habitantes de la zona, la situación no es mucho lo que ha cambiado, pues la marginalidad y el abandono de esa región en donde no entra sino el ojo de Dios y una mula buena, el accionar de los grupos armados que aún merodean por el área, y la poca acción de los entes gubernamentales, hacen que la región siga con la misma problemática de hace 12 años atrás.
Según estudios e investigaciones posteriores, ésta masacre fue atribuida como primer actor a las Farc-ep, quienes utilizando armas no convencionales y tratando de neutralizar al enemigo acabaron con la vida de personas inocentes ajenas al conflicto. También tuvieron su responsabilidad las Auc, por atrincherarse en el seno de la población civil incrementándoles el riesgo ante los enfrentamientos y, por último, el estado colombiano por la inacción y dejadez al no hacer cumplir las funciones de prevención, protección y garantía a la vida de los civiles víctimas del conflicto.
Hoy trece años después, Neymar con 18 años de edad, con el resentimiento de un joven a quien el conflicto lo deja huérfano a temprana edad, no ha podido entender el porqué de muchas cosas, como la muerte de sus padres, personas ajenas al conflicto - quienes como los demás - nada tenían que ver con la problemática de los dos grupos.
Hoy 13 años después, Neymar está viviendo con la incertidumbre del futuro de su vida, en una región en donde es muy difícil salir adelante y progresar por la falta de los servicios básicos como educación, salud y calidad de vida, y en donde alguna de las alternativas de trabajo es unirse a alguno de los grupos armados en conflicto para poder sobrevivir.
Esto es grosso modo una radiografía de las miles de cosas que suceden en nuestra querida Colombia desde hace muchos años, situaciones en las que sigue muriendo gente inocente, campesinos, niños, afro descendientes, indígenas y pueblo en general, sin que se avizore una solución a corto plazo a este conflicto que cada día se recrudece más y que la mayoría del pueblo colombiano sabe de su origen, pero que a muchos apátridas de este país no les interesa solucionar para sacarle mejor partido a la situación, para que hoy en día se nos siga hablando de la “tal paz” que no es más que un show reeleccionista y figurativo de un presidente que, a costa de lo que sea, con tal de sacar avante su proyecto, está entregando el país a los “supuestos defensores” del pueblo colombiano, sin importarle las consecuencias.
Bien lo dijo Mauricio Vargas al periódico El Tiempo de fecha febrero 10 de 2014 “La promesa de paz total es casi un insulto a la inteligencia de sus electores”. La paz no es obra de magia. No es posible reconstruir en un discurso y en un día, lo que se ha perdido en más de 50 años. La estupidez de los colombianos ya no está vigente, el manejo del país por los apellidos tradicionales, tiene que cambiar si se quieren ver soluciones y de verdad gente comprometida con la paz y el progreso de nuestro país, sino que lo digan: Buenaventura, Caloto, Toribio, el llano, Putumayo, Casanare, Antioquia, Caquetá, Arauca entre otros departamentos, ciudades y pueblos, fuentes de conflicto y principales aportadores de víctimas.
Carlos Javier Londoño