Wed, 10/23/2013 - 13:50

Crónica 59 Personajes que hicieron historia en el Amazonas

Foto: Cronista de frente, de camisa roja
Foto/Columnista/LeticiaHoy/Cali

Seguimos  con otro de los personajes que hicieron historia en esa tierra amazonense, quienes, como ya dijimos, se caracterizaron por alguna particularidad especial que los hizo  notorios y famosos.

Si les  comento que se trata de Hernán de Jesús Pemberty Arboleda, tal vez no se acordarán de él;  pero si les digo que ese nombre corresponde al pintoresco personaje de “Sietepintas” muchos lo evocarán inmediatamente.

Este paisa de raca mandaca nacido en Necoclí, Antioquia, no llegó al amazonas por casualidad, llegó a acabar de cumplir una condena que por el delito de apropiación de los fondos de algunos bancos colombianos, sin autorización de los gerentes (el que lo entendió, lo entendió) purgaba su condena en la penitenciería de Araracuara ubicada en la selva amazónica colombiana, y cuando fue cerrada, los reclusos fueron enviados a  diferentes   cárceles de Colombia, correspondiéndole a él la de  Leticia, de donde salía a rebuscarse la vida acompañado por un guardián. Era especialista en la fabricación de colchones. Gran amigo del amigo y enemigo  de sus enemigos sin vacilaciones.

Su apodo se debía a su forma particular de vestir, pues eran atuendos coloridos y del mismo color consistente en sombrero, camisa, pantalón y botas, color y pinta que no repetía en la semana.

Se desplazaba por la ciudad en una ruidosa moto de alto cilindraje, razón por la cual,  todo el mundo se daba cuenta cuando él pasaba.

Es de los pocos que puede contar que, después de ser retenido en Brasil con dólares falsos, se salvó - después de pagar una buena suma de dinero - de que le dieran el “paseo” en un helicóptero  del cual, delincuente que montaran  allí, fuese narco, asesino, traficante de dinero falso o atracador, no regresaba porque - según el decir de los conocedores - eran arrojados a la selva, acción  más rentable para el gobierno brasileño  que sostenerlos en una cárcel. Esto no lo puedo demostrar pero era el comentario generalizado en esa época, reforzado por lo dicho por el propio “Sietepintas” que era nuestro amigo y paisano.

A pesar de sus antecedentes fue un personaje que se hizo querer en la ciudad, por su amistad sincera y su espíritu de colaboración en actos cívicos que vinculaban a la comunidad.

Este personaje pasó a la historia regional, cuando en una noche de los años setenta  corrió el rumor que los peruanos se iban a tomar la ciudad de Leticia, al observarse cierta movilización  en la isla peruana de Santa Rosa al frente de la ciudad, en donde se veían alumbrar reflectores y luces en horas de la noche.

Ante la zozobra del pueblo en general, las entidades encargadas de la seguridad fronteriza como  ejército, policía, Das, Cruz roja y  bomberos declararon la alerta máxima en la ciudad; por ésta razón el comandante y jefe del Comando Unificado del Sur,  tomando una decisión muy patriótica jamás vista en otra ciudad de Colombia, permitió el porte de armas con o sin salvoconducto, por esa noche, a toda la población residente con miras  a defender la ciudad  de alguna agresión posible.

Los carros militares y particulares repletos  de voluntarios se desplazaban por todas las calles  patrullando la ciudad, y es en ésta situación en donde aparece nuestro personaje, quien hizo un gesto de patriotismo exacerbado que nos eriza la piel al evocar esos actos heroicos de los antiguos próceres que en aras por defender el tricolor colombiano o su terruño, daban hasta la vida por hacerlos respetar.

Fue así como nuestro amigo sietepintas reunió a un buen número de amigos, especialmente antiguos compañeros de prisión formando un grupo tipo “comando”  quienes armados con cuanto tipo de armas poseían, desfilaron marcialmente  por la ciudad rumbo a la sede del Comando Unificado del Sur, en donde se presentaron ante el mayor Casalins,  jefe de la unidad, para ponerse a sus órdenes en pro de la defensa de la ciudad.

El comandante al observar este gesto patriótico no tuvo más que aplaudir con sus soldados  y felicitar a sietepintas como jefe del grupo de voluntarios, invitándolos a patrullar la ciudad a fin de prevenir cualquier eventualidad.

Esa noche la población no durmió y la menor arma que se portaba era un machete al cinto.

Para verificar la supuesta invasión se formó un grupo conformado por militares quienes con el mayor de bomberos mayor Fabio Quintero Barrera   a bordo del deslizador, como radioaficionado, era el encargado de la transmisión por radio  a las  centrales militares de la ciudad.

El parte del mayor hacia las entidades de control con respecto a la invasión fue negativo, pues al salir al rio a verificar pudieron darse cuenta que la supuesta amenaza era una lancha de gran calado, que se encontraba varada en la isla y le estaban trabajando en esa noche con ayuda de reflectores por causa de la oscuridad.

Si no hubiéramos visto y participado de este incidente nadie lo creería, pero fue una realidad en una época en donde la hermandad de los habitantes se sumó a ese  patriotismo fervoroso que corría por nuestras venas para defender los símbolos patrios, y la soberanía de esa olvidada tierra se hacía respetar muy diferente a la Leticia de ahora, sometida a la politiquería infame y a la desidia  de sus gobernantes, quienes han  permitido  cambiar la cumbia por un “forró” brasilero, el español por el portuñol, y hasta la comida que ahora  es de sabores peruano y brasileño.

Como nadie es monedita de oro para caerle bien a todos, Sietepintas tenía cazada una pelea a muerte con otro exararacuaro residente en la ciudad, con quien evitaba encontrarse para no desencadenar un desenlace fatal. Sin embargo, según rumores pueblerinos, cierto día, su enemigo le madrugó  acabando con su vida. Posteriormente, éste murió trágicamente de la  misma forma.

Carlos Javier Londoño O. 

Blogspot/Sineskrupulos

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