Wed, 10/16/2013 - 23:30

Los sabores, saberes, la diversidad y el Arte

Foto: Indígenas y sus productos, canastos
Foto/Archivos/Opiac/Redacción: Programas de Comunicaciones CRIC, Ismael Paredes, Tlahuitoltepec, México, Octubre 09 2013.

En las sencillas acciones de quienes hacen posible esta historia y la diversidad del pueblo indígena de Tlahuitoltepec, se manifiesta esa búsqueda del sentir la vida, la cultura y la comunicación que hacen y manifiestan los comunicadores indígenas del continente ancestral Abya Yala, reunidos en el marco de la II Cumbre Continental de Comunicación Indígena, Abya Yala, que se desarrolla en territorio mexicano del 07 al 13 de octubre. En este modesto pero colorido relato hablan quienes cultivan las plantas, quienes labran el suelo, quienes hacen posible la vida a través del alimento y quienes la sublimizan a través del arte, la artesanía y el tejido de prendas y saberes ancestrales.

Mariela Victoria Inocente Hernández y Flavia Atilano son dos mujeres indígenas Mixe que como muchas mexicanas nacieron para tejer bellísimas y coloridas prendas en hilo de algodón y maguey y también para tejer el espiral de la vida en sus comunidades y las historias y saberes de sus ancestros. Las dos son madres, son tejedoras y llevan impregnado en su ser y en el arte la herencia milenaria de sus ancestros que plasman de forma sencilla y magistral en rebosos, huipiles y otras prendas que tejen en telares artesanales y esbozan con orgullo ante compradores de sus productos.
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Mientras este servidor recogía la historia de la textilería indígena a través de estas mujeres tejedoras y escuchaba con esmero la sencillez, encanto y atractiva voz de estas mujeres nativas de San Juan Cotzocón, un municipio de Oaxaca, en el palco del arte, saber y artesanía del sitio donde se realiza la II Cumbre, un grupo de 45 personas en su mayoría mujeres, se disponía a servir la última comida de la noche a más de mil comunicadores y comunicadoras que de 37 países llegamos a esta región mexicana a reencontramos y reconfortarnos con experiencias y saberes; este aspecto de la cocina, artistas y artesanas pasaría desapercibido para cualquier periodista de oficio, pero no para nosotros comunicadores indígenas y comunitarios que sabemos que la comunicación se construye y se hace en estas sencillas acciones, en estas personas que entregan su talento, su saber y su disposición para que el visitante se sienta en casa y el sentir la hermandad de parte de este pueblo anfitrión.

No es para menos la dimensión del relato y del cargo de coordinar la cocina que hace 38 días le hizo el Comité organizador de la Cumbre a Marta González, una indígena oaxaqueña, madre de dos hijos y que desde ese día ha trabajado perseverante y entusiasmada desde las 4 de la mañana hasta las 10 u 11 de la noche para hacer posible y grata esta misión. Pero pese a lo dispendioso de esta misión la cocina es una alegría y un trabajo colectivos. Primero se pensó y se puso en marcha la adecuación de la infraestructura física, fue cuando Braulio Vásquez, miembro del Comité Organizador, junto con Genaro Sánchez, Franco Gabriel Hernández de México y Vicente Otero indígena de Colombia, del CRIC, entre otros, planeaban este dispositivo. Fue entonces cuando al Mixe, Juvenal González, un modesto hombre indígena de Tlahuitoltepec se le encargó la misión de construir la cocina y la concluyó apenas tres días antes de iniciar el evento…
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Los comunicadores indígenas y comunitarios del Abya Yala estamos convencidos que en estas sencillas acciones está el mensaje y la sabiduría que sustentan la comunicación propia. Me refiero a esto porque me impacto sobremanera cómo en el maratón de cine indígena que se exhibe en la II  Cumbe, se refleja la esperanza y nostalgia de los abuelos indígenas mexicanos por preservar su lengua, sus saberes, sus tradiciones y cultura y por otro lado el afán del arte a través del cine, la fotografía, la literatura, la cerámica, la poesía, la textilería, la música, la danza y la artesanía en general, de plasmar cada aspecto y pilar de la vasta y diversa identidad indígena y de los pueblos mexicanos. Por otro lado los jóvenes, tanto hombres, como las bellísimas mujeres con su línea clara de pensamiento, crítico reflexivo y sincero que sueñan con la hermandad de los pueblos y con una paz real para sus pueblos que puedan expresarse en el compartir de la vida, de las experiencias y de la multiculturalidad continental y mundial.

Se vislumbra de plano que en el cine indígena mexicano hay tremendos avances positivos en sus piezas y producciones audiovisuales, tanto en lo técnico, en lo estético y en el contenido, que bien podría verse como piezas históricas invaluables o como guías para las organizaciones y pueblos indígenas en el fortalecimiento de sus lenguas maternas, en sus prácticas gastronómicas y en sus diversos saberes artísticos y culturales. Entonces en escena, los abuelos en réquiem por sus saberes y tradiciones; la mujer enseñando cómo preparar mole, cómo aplicar el chile a las comidas, cómo hacer y preparar la típica tortilla, las salsas, picantes y aderezos que acompañan los diversos menú; los hombres orgullosos de su historia y de su mero mero machismo y su tinte mezcalero, hasta la mujer tejedora con sus excelsas y coloridas mantas, huipiles y vestuarios, mayoría para el caso indígena, hechos con fibra de maguey y el preciado hilo de algodón; estas prendas y mujeres son realmente lindas gracias al simbolismo, ser y saber ancestral que llevan en lo más hondo de su identidad y sus sentires y que manifiestan justo a través de sus diversos artes y saberes.
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El tiempo no fue justo, ni injusto con Mariela Inocente, quien desde niña supo que su arte era tejer y muy niña abandono la escuela, un día cualquiera y predestinada a su arte vio a la luz sus primeras blusas, huipiles (calados que tienen pequeños huecos y puros que son ajustados), camisas, pañuelos (que utilizan las mujeres para cubrir su abundante cabello) y sus rebosos en algodón; “no sabría explicarte que significan los símbolos que están plasmados en ellos, porque eso sólo lo entiende, quien habla nuestra lengua Mixe”, me dice en la conversación que sostuve con esta modesta mujer, mientras me explicaba la amplia carga ancestral contenida en cada una de sus múltiples y bellísimas prendas, “lo hago porque es la enseñanza que me dejaron mis ancestros, abuelitos para que nunca dejemos de hablar nuestra, lengua, ni nuestra cultura”, reitera…
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Cuando, el miércoles 09 de octubre en la mañana, llegue a la cocina de la II Cumbre me recibió Marta González Jiménez, madre de una niña de 14 años y un niño de 12, con quien esbozamos una inmensa y generosa sonrisa; en comienzo reinó el silencio, no supe qué preguntar y ella no sabía qué decirme, pero el mutismo se rompió pronto y la empatía que generó este intercambio sustenta este reportaje. A sus largos 30 años esta mujer es una niña expectante, franca, concreta, alegre y con una energía envidiable que no la para nadie, quizá por ello le hayan confiado coordinar tremenda misión; “cuando presente mi propuesta y la minuta diaria de alimentación al Comité de la Cumbre y ellos me la aprobaron empecé a planear cada detalle, supe que venía gente de muchos países y entonces pensaba como ofrecer una dieta autóctona adecuada a la gente de cada país…”
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Mariela y Flavia son dos de las 15 mujeres que colectivamente tejen y comercializan sus prendas en distintos sitios que por lo general no son estáticos, sino más bien en eventos masivos, festividades, asambleas de la comunidad (donde nunca invitan a las mujeres y ellas están luchando para que sean  tenidas en cuenta). Las dos son tranquilas, saben tejer y plasmar en prendas toda una cultura y hacer los oficios de sus casas, así como ser francas y amables con sus clientes con quienes a veces tienen que regatear el valor de las prendas, “claro hay gente que no valora nuestro trabajo y piden rebajas, pero también hay gente (como usted) que no pide rebajas, se enamoran de nuestra prendas y pagan el precio justo por nuestros productos”, manifiesta Mariela, mientras le explica en lengua a Flavia lo que hemos hablado.
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Alejandro Jiménez, es un joven mixe, a quien Marta me presenta como uno de los apenas dos (2) cocineros que conforman el equipo de casi 40 cocineras que alimentan los delegados a esta Magna Cumbre. Hablamos ampliamente en la mañana le tomo fotos mientras desayunaba y me cuenta que el Ebazote es una planta que usan para adobar carnes, es una planta fresca, “sagrada para nosotros” me reitera Marta, mientras Alejandro me señala que como colombiano debo saber las propiedades de la marihuana y que esta planta nativa de Tlahuitoltepec es equivalente a plantas como la coca…
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Luego de pasar varios proyectos para apoyos institucionales y no recibir respuesta alguna, Mariela, Flavia y las otras 13 mujeres tejedoras comprenden que su sustento, así como mantener su tradición depende única y exclusivamente de ellas. Así se levantan al día con amor y entusiasmo no solo a atender los oficios del hogar, sino a tejer cada prenda que para el caso de los huipiles gastan hasta 10 días en tejerlos y luego ellas se turnan para poderlos vender. Estas 15 mujeres de la asociación comunitaria San Juan Cotzocón como muchas otras que cuentan sus historias, sus sentires, pesares y alegrías en los documentales, son reflejo de un estado consumista y una sociedad desconsiderada y alejada de sus productos autóctonos y prefiere ser víctima de un consumismo desaforado, frívolo e insípido, que apoyar sus productos y tejedoras comunitarias para el caso del textil, pero que aplica incluso para cualquier otro producto sea alimenticio, artístico o de cualquier índole.
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En la tarde vuelvo a la cocina para llevarle aromáticas de coca a Alejandro y a Marta, los encuentro almorzados y en breve reposo; Marta y las demás cocineras con quienes ya empatice suficiente me reciben con sonrisas y regocijo, “espero le haya gustado la comida de hoy”, me dice Marta. Claro que me gustó mucho es un tamal de frijol negro, con una receta sencilla, hacen la tortilla, la rellenan del aderezo de frijol, le aplican salsas, chile por su puesto no puede faltar y la envuelven en una hoja o varias hojas de maíz que le da un sabor para morirse de ganas. “Todos estos productos son autóctonos de las comunidades de acá”, me aclara Marta.

Alejandro por su parte me recibe no con un mezcal, sino tres, “son 3, esa es nuestra costumbre, siempre serás bienvenido a esta tu casa”, me expresa. Alejandro es un joven extrovertido que desde las 4 de la mañana hasta las 11 de la noche trabaja para atender los visitantes. Antes de despedirnos Alejandro me cuenta algunos trucos para conocer el buen mezcal y me recomienda que no me vaya de la cumbre sin despedirme.
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Mariela no volvió a su stand, se fue a casa a tejer y a esmerarse por plasmar en telas el saber de su pueblo y la memoria de sus ancestros, “a veces nos vemos en apuros para poder mantener nuestros hijos que en el caso mío son tres, pero no desfallecemos porque sólo sabemos tejer, más que una actividad es una forma de vida, una herencia y una satisfacción inmensa”, me había dicho la noche anterior Mariela, de quien me despedí con un inmenso cariño luego de haberle comprado una de sus encantadoras prendas. Flavia, por su parte se quedará hasta el final de la Cumbre y será una de mis confidentes en mi tarea comunicativa.
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“Soy de Tlahuitoltepec, acá está nuestra historia y nuestra cultura, nuestro rey Kong oy y nuestro cerro sagrado Cempoaltepetl, donde vamos a pagar a la naturaleza por hacer posible la vida a través de los alimentos y de los 4 elementos, sin los cuales no podríamos vivir como son el agua, la tierra, el aire y el fuego (el sol), por ello nuestra comunidad produce las más gratas comidas, para ofrendar y para el sustento nuestro”, cuenta Juvenal Gonzales, el encargado de construir la infraestructura de la cocina para la II Cumbre. Fueron momentos intensos, acompañados de mezcal, como lo fue nuestra conversación, pero dio sus frutos gracias al trabajo coordinado con Marta y con el Comité Organizador del Evento. Me entusiasme tanto al oír este relato tan profundo y bello de voz de un hombre sencillo y aparentemente iletrado, pero un constructor de vida, de cocinas y de historias.

Siguen las rondas de mezcal y las cálidas sonrisas de Marta y demás cocineras, mientras Juvenal me cuenta el proceso de destilado del mezcal y la forma de conocerlo que realmente sea bueno, pues es extraído del corazón del maguey: al servirlo debe hacer un caracol en la copa y mantenerse largo tiempo, si ello no sucede el mezcal es chiveado, enfatiza Juvenal. La conversación con este hombre sencillo es inolvidable. Le cuento el origen del agua del pueblo Misak, las ofrendas que hacen en sus lagunas sagradas y la férrea resistencia de los Nasa, entre otras cosas y queda maravillado, “que bonito la cultura de nuestro pueblos, con nuestras distintas tradiciones…”, expresa. Me despido de Juvenal  pues hay tarde de trabajo y comisiones en el desarrollo de la Cumbre. Me repite la dosis de tres mezcales para despedirme y con gesto de modestia y grandeza dice: “gracias por venir a nuestra comunidad, es maravilloso recibir la visita suya, siempre será bienvenido a su casa…”
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Me queda por desarrollar la grata conversación con Marta, un joven que se la jugó por el buen desarrollo de la Cumbre en cuanto a alimentación y ha hecho del alimento, uno de los aspectos de la Cumbre, un majar gastrónomo y un tejido de sueños y alegrías.

Me reitera que todos los productos frescos (verduras, legumbres, tortilla, frutas, yerbas y chiles, entre otros) son de la comunidad, que sólo se trajo de Ciudad México D.F. mercado no perecedero como aceite, la sal, el arroz, entre otros. Marta es ayudante de cocina en la capital de México, donde vive con su familia hace 20 años, pero su alma y su ser están en Tlahuitoltepec. Estar en el D.F. le ha ayudado a sortear cada impase de los preparativos pues como cocinera conoce las recetas típicas de muchos de los países presentes en la Cumbre. “No es ofrecer algo extraño a nuestra comunidad y nuestras costumbres, lo contrario ofrecer lo autóctono y que los ancestros de acá me han enseñado, pero si adecuar el menú para que todos se sientan contentos”, dice.

Agrega que lo que realmente hace grata la dieta de la Cumbre, es ese toque y secreto de los abuelos y que no se puede enseñar pues perdería encanto. Además  fortalece desde las prácticas alimenticias ancestrales la identidad y la cultura de su pueblo y su país. A ello se suma la sazón y el saber de más de 30 abuelas indígenas de Tlahuitoltepec, que le ponen un toque realmente mágico a cada plato del menú. De entre los alimentos tradicionales encontramos el caldo mixe preparado con papa, chile, cebollín (ajo tierno), cilantro, yerbabuena, calabacita, zanahoria y el ecote o frijol tierno. Para la sustancia se hace con carne o con pollo.

Es mucha la variedad alimenticia de Tlahuitoltepec, pero Marta resalta que sagrado e indispensable en la dieta mixe es el chile (hay varias clases el huajillo, el de árbol y el manzano, el más fuerte), el quelite (planta aromática), la tortilla de maíz, el limón; también es muy tradicional el tepache, jugo o sumo de maguey fermentado, salsas, aderezos y el café, entre otros. También el tamal de amarillo o maíz que es igual al de frijol negro, solo varía el aderezo en su preparación. El tejocote y algunas aromáticas como la yerba santa son indispensables también, entre otros. Para concluir este relato, Marta nos recuerda que el alimento tiene un propósito y un memento especial para cada ocasión como el de reencuentro, agradecimiento y ofrenda y que es a través de la comida que se fortalece y se teje la hermandad entre pueblos.

En el desarrollo temática de la Cumbre los comunicadores continúan sus reflexiones, sus debates, intercambios de saberes y aspiraciones comunitarias, que se llevan a cabo con la realización de diversos talleres, conferencias y mesas de trabajo, donde se destacan diversas experiencias e historia de los pueblos y del movimiento indígena: sus luchas, sus memorias dolorosos, pero también sus logros, sus proyecciones y sus alegrías; así como un diverso prospecto político que prevé un excelente compendio de saberes y propuestas.

Cabe destacar la diversidad de miembros de pueblos que van desde los locales zapotecos y Auyuujk jää’y, Mixe, los Charrúa hasta los Misquitos y Mayas de Centroamérica hasta los Mapuche,  los Kuna, Kichwa, Aymara, Kom, los Nasa, Misak, Embera, Wayuú, Yanacona y de Colombia, entre otros de los más de 180 pueblos que participan.
Ver toda la agenda y más información en Web Cumbre:

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