Mon, 03/23/2015 - 21:25

Ni una más II parte

No al maltrato
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Ni una más – II parte

Lloraba recordando ese episodio terrible; aún más cuando cada vez que ocurrían esas cosas le guardaba la espalda a *Rodolfo y decía en el centro médico que había rodado por las escaleras o que fue por un intento de robo. Dos veces abortó por causa de los golpes.

Su mamá se trasladó a Bogotá a buscar trabajo y pudo con esfuerzo montar una tienda en una casa que logró comprar gracias a un préstamo. Esa tienda le daba poca ganancia pero lo suficiente para tener lo necesario y vivir sola. En diciembre fue a visitar a *Raquel y sus nietos, se quedó en la casa de una familiar y aprovechaba el tiempo para poder compartir más y mejor tiempo con ellos. Entre sus conversaciones *Raquel le contaba que su vida con *Rodolfo no iba bien, les daba lo necesario para subsistir pero que casi nunca se quedaba en la casa y cuando llegaba la trataba mal.

-“Mi mamá supo que no estaban bien las cosas porque yo se las conté, pero como siempre yo no contaba toda la historia por miedo a que ella sin mi consentimiento lo demandará por pegarme. Ella siempre fue una mujer noble que se dejaba maltratar por mi papá y callaba, pero con sus hijos la actitud era distinta y no iba a permitir que su hija sufriera constantemente agresiones. Ella me decía que si las cosas no estaban bien que viniera a Bogotá a vivir con ella y los niños. De alguna forma podría encontrar trabajo de empleada doméstica o vendedora de almacén.

Mi miedo era más fuerte que las ganas de salir de esa casa. Escapar era la razón para que *Rodolfo me quitara los niños –como siempre me amenazaba- y también despertar la furia de él y que fuera capaz hasta de matarme. Fueron 20 días que mi mamá estuvo con nosotros y por más que me insistía en que me fuera con ella, mi respuesta era la misma: “No mamá, yo me quedo, las cosas no están bien pero es porque a *Rodolfo no le ha ido bien en el trabajo y vive estresado. Confiando en Dios todo mejora y un día de estos viajamos a Bogotá a hacerle la visita”.

Por dentro sentía la necesidad de volarme, de poder tomar la decisión sin que en mi cabeza volara la idea que él se enterara y todo terminara trágicamente”.

Pregunté por la razón que hizo que ella y sus hijos viajaran a Bogotá. Al contestar de nuevo rompió en llanto y tomó unos minutos para que ella pudiera contar ese episodio.

“Para navidad él le llevó ropa a los niños y una ancheta que le habían regalado, como cosa rara estaba tomado pero creo que por la fecha no estuvo agresivo conmigo. Compartimos una cena y se portó bien conmigo; descaradamente y dentro de su borrachera se excusaba por los maltratos hacia mí pero los justificaba diciendo que yo lo provocaba cuando no le contestaba el celular, salía sin su permiso o que me hablara con personas que él no conocía sobre todo tipos que me encargaban productos de catálogo o me ayudaban con el coche y las bolsas cuando salía con los niños a tomar el bus.

Se fue después de la media noche y al otro día nos llevó a donde la mamá que hizo asado. Estuvo muy pendiente de nosotros y fue un día anormal porque no hubo malos tratos hacia mí por parte de él. Me sentía tranquila y feliz y creí que mi regalo de navidad había sido su cambio de actitud. Hacía tanto no me reía y la pasaba tan bueno. Los niños estaban felices.

En la noche nos llevó hasta la casa. Se quedó y al otro día se fue temprano a trabajar. Me sentía más tranquila pero había algo que no tuve en cuenta durante todo ese tiempo y era que el niño había estado presente en todas las golpizas que *Rodolfo me daba. Yo recordaba esas imágenes viéndolo llorar y diciéndole al papá que no me pegara más. Eso lo afectó mucho porque cuando lo veía salía corriendo y era muy distante con el papá. Cuando *Rodolfo por alguna razón alzaba la voz inmediatamente el niño se ponía a llorar como si ya supiera que después del grito venían los golpes. Eso me ha dolido tanto en el alma no poderle dar una infancia como debe ser para un niño, que sea tranquila y feliz.

La gota que rebozó el vaso fue algo que aún no puedo superar. En los primeros días de enero por causa de tanta parranda *Rodolfo no llevaba dinero a la casa y me vi obligada a ponerme a trabajar en un supermercado y dejar cuidando mis niños con una vecina. Como él no se aparecía por la casa me puse a trabajar juiciosa y pude comprarme cosas; esa satisfacción de poder tener algo comprado con su esfuerzo, a los niños les compré alguna ropita y juguetes. Como él se desapareció por un tiempo pensé que se había organizado con alguna de las mujeres que tenía. Yo me sentía libre de alguna forma, podía tener para mis gastos y ahorrar algo de dinero para poderme venir a Bogotá con los niños a visitar a mi mamá. No se cómo se enteró que estaba trabajando y me fue a buscar a donde trabajaba y armó escándalo, llamaron a la policía y lo pudieron sacar. Por fortuna mis jefes me apoyaron y no me echaron pero me decían que debía denunciarlo.

Seguí trabajando y hasta el miedo hacia él fui perdiendo, ya era un avance para mí que al tener cierta independencia me fuera apartando de tantos temores que él me metía en la cabeza y yo en mi inocencia me dejaba llevar. Comenzó el invierno en esa ciudad y en las noches tronaba durísimo y los niños empezaban a llorar. Una noche el niño se pasó a mi cama y nos quedamos dormidos; no sé si fue mi Dios o un ángel guardián pero el caso es que entre mis sueños sentí la presencia de alguien en la habitación al abrir los ojos vi a *Rodolfo con un machete listo a atacar a quien estaba conmigo en la cama sin pensar que era su hijo. Logré saltar de la cama y poder abalanzarme hacia él para impedir que fuera a matar al niño pensando que era algún amante mío. Fue traumático ver esa escena en donde pudo ocurrir una tragedia, de la angustia él quiso quitarse la vida y salí gritando pidiendo auxilio a los vecinos. Logró llegar la policía prontamente pero *Rodolfo se había ocasionado cortadas en los brazos y sangraba mucho. Se lo llevaron al hospital.

Nunca fui al hospital a visitarlo y por el contrario alisté las cosas que teníamos y al otro día salí hacia Bogotá avisándole a mi mamá y me vi en la obligación de contarle todo a ella. Tenía miedo que él pudiera salir del hospital y nos alcanzara; eso sería fatal. Ya era capaz de hacer cualquier cosa, ya sabía su alcance, no dudé en ningún momento de irnos lejos de él. Llegamos a Bogotá y desde ese día me llama a amenazarme, me trata de la peor forma y jura que me va a ubicar y me quitará los niños así le toque matarme. Hoy por eso vine a que me digan que debo hacer.Lo pensé mucho. Tengo dudas y otra vez tengo miedo. No sé qué hacer”.

Le expliqué detalladamente sobre los mecanismos que tienen las instituciones acerca de la protección que tienen las mujeres maltratadas y las acciones legales que sancionan eficazmente a los maltratadores. La vi dudosa. Insegura en si daba el paso o no. Sólo pudo decirme que iba a hablar con la mamá y que de acuerdo a eso volvía al día siguiente. Con desconcierto no podía obligarla a denunciar pero de oficio podríamos empezar con el proceso. Insistió en volver al otro día sabiendo yo que eso no iba a pasar.

Pasó una semana cuando de nuevo acudió a mi oficina:

-“No vengo de nuevo a contarle mi historia ni hacerle perder tiempo. Hoy estoy decidida a ponerle punto final a mi triste historia, lo pensé mucho pero hoy estoy acá no porque mi mamá me obligara sino por una razón más fuerte y es el bienestar de mis hijos y aún más cuando tu hijo de 6 años te dice: “Mamá no te quiero ver llorar más”. Por eso regresé”.

*Nombres cambiados

Jaime Andrés Barbosa Poveda
andresbarpo@gmail.com
@andresbarpox

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