Una Historia Repetida
Tiene 24 años, lo dice su documento de identidad aunque su apariencia física denota mucho más; 3 hijos, madre soltera, es empleada de un restaurante y diariamente gana 15.000 pesos; de los cuales 5.000 pesos los destina para el transporte casa-trabajo-casa. *Mayerly es una de tantas mujeres que sortean la vida dejándola cada día al azar. Siempre pierde. Tuvo su primer hijo a los 16 años cuando por desespero y maltrato de sus padres y hermanos, decidió irse con su novio de entonces; un tipo iletrado y patán que sería su primer amor y del cual quedaron dos hijos y además, unas marcas en su cuerpo producto de continuas agresiones. Descansó el día que a su compañero lo mataron al intentar cruzar una frontera invisible de aquellas que existen en ciertos barrios de ciudades capitales, terrenos divididos entre bandas de delincuentes. Él pertenecía a una de ellas.
Con sus dos hijos decidió buscar refugio en la casa de una amiga que decididamente y sin pensarlo aceptó recibirla junto a sus dos hijos. Vivían en una casa vetusta en un céntrico barrio de la capital. Casas que exteriormente generan lástima sin contar los dramas que en su interior habitan. *Mayerly no contaba que en esa casa otras 7 familias luchaban por sobrevivir o medio pagar la mínima cuota de la habitación, más madres solteras, más hijos, hombres solteros dedicados a actividades –non sanctas- huyendo de la ley por sus fechorías; peligros latentes para todos. Miseria.
Llevada por la necesidad acudió a un sinnúmero de restaurantes y cafeterías del centro de la ciudad en busca de trabajo; muy poco encontraba y si corría con “suerte”, la paga por sus servicios era minúscula porque al ser la novata tenía que literalmente “pagar los platos rotos”. Su cuerpo estaba presente en las labores que demandara el desespero pero su mente residía en aquél inquilinato donde solos y con llave permanecían sus dos pequeños hijos.
Su amiga insistía en que trabajara con ella en un sitio de mala muerte donde sólo van personajes de la más baja calaña; el vicio, la lujuria y el acoso de clientes libidinosos eran los componentes del diario transcurrir de aquél burdel. Finalmente aceptó con demasiados temores. Tuvo que padecer lo que trae consigo trabajar en esos sitios, sufrir humillaciones y tratos crueles de patrones, clientes y compañeras de trabajo. Cada noche reunía entre servicios y propinas alrededor de 50.000 pesos, suma que para ella era el culmen de cualquier aspiración. Una noche un cliente habitual se acercó a ella y poco a poco se fue convirtiendo en su confidente; él atentamente la escuchaba y compartían sus cuitas. *Mayerly por su parte veía en él la ternura, paciencia y comprensión que nunca había tenido.
Ella jamás compartía sus aflicciones con desconocidos; siempre se mostraba altiva ante la vida aunque por dentro se estuviera deshaciendo con cada fracaso vivido. Así que encontró un bálsamo que aliviara sus desventuras. *Alfredo -como se llamaba su nuevo galán- le generaba a ella la confianza necesaria para darse otra oportunidad; esta vez –según ella- no iba a fallar, mientras era depositaria de todo tipo de atenciones y detalles por parte de él que en este caso eran sencillos, austeros. Pobres.
Bastaron tres meses para irse a vivir juntos en un barrio ubicado al sur de la capital; obtuvieron un lote a la fuerza y que hasta el momento nadie se ha acreditado como dueño legítimo. Poco a poco construyeron un sitio donde las condiciones no eran las mejores para vivir; y menos para ella con casi tres meses de embarazo. *Alfredo se dedicaba a las labores de construcción pero era algo muy inestable; podría hoy trabajar en un proyecto de apartamentos en un sector exclusivo de la capital, otro día arreglando un lavadero en una casa de familia o en el peor de los casos tener el infortunio de no conseguir trabajo por varios días.
*Mayerly muy juiciosa se encargaba de las labores del hogar, cuidando sus hijos y llevando un embarazo en unas condiciones lamentables; eran aquellas privaciones las que, entre otras cosas empeoraban la convivencia y anticipaban un panorama más oscuro e incierto. De vez en cuando cuidaba otros niños, hijos de otras madres que salían en busca de algún dinero; es decir, empleada de la pobreza. Mientras tanto su compañero volvía a la perjudicial costumbre de acudir a sitios donde abundaba el licor y el mal ambiente; llegando a su humilde rancho en condiciones lamentables o en ocasiones se ausentaba todo un fin de semana. Las agresiones verbales eran acompañadas de humillaciones en las que *Alfredo sacaba lo peor de si para recordarle a ella la vida que antes llevaba y lo “afortunada” que era al tener un techo y una comida.
Al nacer el tercer hijo se desvirtuaba aquella frase: “todo niño nace con un pan debajo del brazo”; las necesidades eran aún mayores, el ambiente más hostil y la ausencia de *Alfredo era notoria. La desesperación de *Mayerly era azuzada por la soledad y el sufrimiento de ver a sus pequeños padeciendo todo tipo de carencias. Los maltratos verbales, físicos y psicológicos hacían parte de la rutina triste. De nuevo era ella la perdedora al jugar su destino al azar y con ella van 3 hijos que ante el infortunio están expuestos a un futuro poco alentador.
Ella me narra su historia con el propósito de desahogarse y liberarse; antes que buscar una ayuda que con seguridad la tendrá. Llora con desespero, a rabiar intentando con ello soltar la pesada carga que lleva desde los 16 años o antes. Impotente tal vez ante una serie de hechos que marcaron su vida en mente y cuerpo; con secuelas vitalicias que ella espera no transmitir a sus hijos. Un *Alfredo del que no se sabe nada, promesas rotas, sueños de papel que fueron deshechos con golpes, indiferencia y abandono. En estos casos y en muchos otros el desespero lleva a algunas mujeres a tomar decisiones, que para ellas son la salida hacia mejores oportunidades, atraídas por el anhelo de encontrar un próspero futuro al lado de quien temporalmente les ofrece riquezas entre la miseria. Amores a cuenta gotas que se desvanecen a medida que se desprenden de las máscaras. Y, cuantas “Mayerly” están en igual o peor situación?, cuántas de ellas soportan en silencio sus aflicciones?; no tardará mucho en acudir en busca de ayuda otra mujer con similar presente; al cual sólo hay que cambiarle el nombre a los protagonistas.
*Mayerly sale de la oficina agradeciendo haber sido escuchada, quizás sólo eso deseaba. No quiere nada más; sólo acudir presurosamente a su trabajo donde esta vez no tiene que “pagar los platos rotos”.
*Nombres ficticios
JAIME ANDRÉS BARBOSA POVEDA