Sat, 10/12/2013 - 05:14

Crónica 39 Moniye-Amena - Árbol de la vida-

Foto: Cronistas Carlos Javier Londoño
Foto/Cronista/CarlosJavierLondoño

Crónicas leticianas.

“Moniye-Amena” Árbol de la vida.

Uno de los tertulianos por medio del cual conocí muchas leyendas, anécdotas, tradiciones e historias de muchos personajes famosos de la región, fue un amigo sastre de profesión de apellido Vallecilla.

Este vivía y trabajaba en compañía de otro sastre llamado el italiano, en el local propiedad del abuelo de los conocidos músicos amazonenses de apellido Erazo, que quedaba exactamente al frente del supermercado Hiper.

Como yo vivía con mis hermanos en la parte posterior, tuve la oportunidad de tomar muchas veces un tinto conversado con el susodicho, conociendo a través de sus narraciones todas esas historias, anécdotas y leyendas que ya he comentado en otras ocasiones.

En una de las tantas tertulias que tuvimos, le pregunté  que si él conocía la leyenda huitota del árbol conocido como Moniye-amena. Fue como darle cuerda.

Esta narración la haré a mi estilo, con un español más  laxo y comprensible.

En la época en la que había pocos hombres sobre la tierra, nació esta leyenda, la cual narra que en la  selva amazónica  vivía un viejo de nombre Monaya Jurama  con su esposa y una hija muy hermosa llamada Monaya Tirisa quien era la atracción de los demás hombres con quienes convivían, los que le proponían matrimonio y a los cuales se  daba el lujo de rechazar.

La razón para ella actuar de esa manera era que  tenía un amante secreto, un atlético espíritu llamado Cuyo Buinaima, situación por la cual no podía casarse con ella, ingeniándose una forma muy particular para encontrarse y amarse.

En la cocina, junto al fogón, Monaya ya tenía su lugar exclusivo en donde sentarse a ayudar a su mamá en los oficios domésticos, como preparar la fariña y el casabe.

Se sentaba en una estera encima de un huequito en donde se escondía Cuyo en forma de lombriz. Estando allí sentada, Cuyo le penetraba por su parte íntima sin que sus padres se dieran cuenta, siendo esta la forma particular de amarse.

Con el transcurrir de los días,  Monaya quedo embarazada y su vientre empezó a crecer. Los padres estaban sorprendidos, pues no le conocían hombre y además comían poco para que su vientre creciera de esa manera.

Le preguntaban sobre el novio, lo cual ella negaba diciendo que  no tenía a nadie.

Los papás incrédulos buscaron por todos lados al causante de la gravidez de su hija. Para que no se diera cuenta de que lo estaban buscando, la mandaron a la quebrada a  traer agua en un canasto, cosa casi  imposible en su estado, por lo que se demoraría mucho y los padres tendrían más tiempo para buscar.

En la búsqueda encontraron el hueco junto al fogón al que procedieron a echarle agua caliente, quemando a Cuyo que se encontraba allí escondido.

Por la noche cuando Monaya llegó de la quebrada,  como de costumbre, se sentó encima del hueco esperando que su amado  se le introdujera pero esa noche no lo hizo. Al rato escuchó la voz de Cuyo quien le contaba lo que le había sucedido  razón por la cual no volvería pero que tampoco la iba a abandonar, ya que iban a tener un hijo por lo cual  le aconsejó: cuando lo vayas a tener ve a la quebrada y camina hacia arriba, allí va a nacer una mata que te va a dar la comida que necesitas.

Efectivamente, cuando iba a nacer el niño caminó quebrada arriba hasta donde germinó una matica de yuca que daba unos frutos muy sabrosos con los cuales se alimentó y de la cual sus padres no sabían nada.

La mata fue creciendo cada día más.

En cierta ocasión, ella dejo a la puerta de la maloca un pedazo de la pepa que comía, pedazo que fue descubierto por el papá  quien la  olió y probo su sabrosura imaginando  que ese era  el fruto que su hija comía.

Le preguntaron sobre la existencia de la fruta, por lo cual ella tuvo que confesar todo sobre la mata,  que ya no solo daba yuca sino toda clase de frutas como caimo, chontaduro y todas las demás que da la selva.

Por las tardes el viejo se acostaba en la hamaca a cantar, cosa que tenía intrigado a los vecinos quienes se preguntaban que estaría comiendo el viejo que estaba tan contento y se fueron a preguntarle.

El les contó lo que pasaba y les dijo que si querían de esa comida tenían que pagarle con cacería.

Se internaron en la selva y regresaron con danta, cerrillo, tente, paujíl, venado, pescado y toda clase de animales cazados.

De ahí nació la costumbre que cuando hay baile el dueño de la maloca pone la comida de árbol o la de siembra y los invitados traen las carnes.

Como era tanta gente tuvieron que hacer una maloca mas grande, y  ahí nació otra costumbre que es el baile de la maloca, ya que con el baile pisan el  terreno de la casa para que quede firme.

En la fiesta de la maloca  los invitados comieron frutos del árbol  moniye-amena el cual creció tanto que ya la gente no alcanzaba los frutos, y por eso decidieron tumbarlo; el problema era que carecían de un hacha.

Hablaron con todos los animales pues en esa época hablaban y eran como la gente pero          ninguno les colaboró.

Pensaron en el tucán -que tiene un pico grande como un hacha- y le pidieron el favor de derribar el árbol lo cual no pudo hacer porque es un pájaro como abobado.

Le pidieron el favor a la zorra que es astuta y buena para trepar árboles. Ella les dijo que se subía pero que no podía tumbar el árbol,  que ella les tiraría las frutas desde lo alto.

Se subió y empezó a comer de todas las frutas que había en él y no tiró nada, cuando bajó con la barriga llena, los hombres le quemaron el cuello para que no volviera a comer nada; por eso, ella tiene en el pescuezo un mechón de pelo chamuscado.

Siguieron buscando  a ver quien les tumbaba el árbol hasta que se encontraron con el pájaro carpintero que en lengua huitota significa Eto. El accedió y les dijo que  les tumbaría el palo; empezó a darle pico hasta que lo perforó, el árbol traqueó y se vino abajo, lo que era la raíz  se volvió agua  convirtiéndose en el mar, el tronco se volvió el río Amazonas y las ramas sus ríos  afluentes como el Putumayo, el Apaporis, el Caquetá y muchos otros. Esta es la leyenda  de la forma como se originaron los ríos que conocemos.

Como al  caer el árbol las frutas quedaron esparcidas por todo el terreno, cada cual cogió la que estaba a su alcance y por esa razón,  hoy unos indígenas cultivan unos productos y otros, frutas y productos muy diferentes. Por esta razón la riqueza de la tierra son  el agua y la comida.

                                                                   Carlos Javier Londoño O

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