Campesinos de San José del Guaviare cambian la tala por el turismo
Trabajadores de la asociación Fantasías de Cerro Azul, puerta de Chiribiquete, quieren dejar de tumbar bosque para dedicarse al turismo comunitario. Desde hace seis meses ofrecen platos típicos de la región y hacen recorridos por la serranía de La Lindosa.
Ya no son solo los viajeros amantes del turismo extremo los que llegan al Guaviare. Entre 2015 y 2017 las visitas de turistas pasaron de 12.000 a 31.000 en la zona donde la selva húmeda alguna vez, en tiempos de guerra, albergó violencia y narcotráfico.
Ahora, en tiempos de posconflicto, San José del Guaviare cuenta con 14 operadores o agencias turísticas que ofrecen paquetes que incluyen hospedaje, alimentación y recorridos por paisajes de la inmensa Amazonia.
Los sitios más visitados incluyen la Serranía de la Lindosa, una cadena montañosa con imágenes rupestres de más de 12.000 años de antigüedad pintadas por los indígenas; la ciudad de piedra, con laberintos, cuevas y rocas que parecen suspendidas en el aire; la Puerta de Orión, una formación rocosa con varios túneles; y el raudal del río Guayabero, entre otros.
Con el incremento de los visitantes, algunos campesinos de las 124 veredas de San José empezaron a poner sus ojos en el turismo, y así dejar atrás a mediano plazo actividades como la ganadería y los cultivos ilegales, detonantes de la deforestación.
Ya hay más de 30 organizaciones campesinas involucradas en este negocio, las cuales prestan servicios a los grandes operadores como recorridos por los tesoros ambientales y la oferta gastronómica de sus veredas.
Una nueva forma de vida
Saúl Pérez, nacido en Pacho (Cundinamarca) hace seis décadas y quien llegó a San José hace 39 años, es uno de esos campesinos que añora un cambio para mejorar sus ingresos y así mantener a su esposa y tres hijos.
Vive en la vereda Cerro Azul, a 45 kilómetros del casco urbano, más o menos a una hora en carro. “Siempre he sido aventurado y arriesgado”, dice. Por eso, a los 19 años decidió abandonar Pacho para empezar una nueva vida en San José. “Trabajé como raspachín y en los cultivos de coca, un negocio que en esa época tenía un gran apogeo. Eso no es un secreto para nadie. La mayoría de los habitantes de la región nos dedicábamos a eso”.
La coca fue su trabajo por un largo tiempo, una época en la que tumbó muchos árboles, aunque prefiere no hacer cuentas exactas. “Luego pasé a la ganadería y a la agricultura, pero eso no da mucho. Guaviare y los territorios alejados sufren del olvido del gobierno. Tenemos que apuntarle a algo más para vivir, y en mi caso será el turismo”, asegura Saúl.
Hace unos 15 años Saúl vio el potencial que había en el municipio. En esa época impulsó la creación de una asociación, pero por el orden público y la violencia solo recibió risas y bromas por parte de sus vecinos. “Pocos me copiaron y a lo último quedé solo. Con tantos tropezones, el proyecto quedó en el aire y seguí trabajando con el ganado y los cultivos”.
Hace seis meses su sueño revivió. 20 campesinos de la vereda Cerro Azul, habitada por 45 familias, aceptaron unirse y crear la asociación de turismo comunitario “Fantasías de Cerro Azul, puerta de Chiribiquete”, la cual ya cuenta con personería jurídica y Cámara de Comercio.
Por ahora, la asociación está enfocada en la gastronomía local. Sus 21 miembros, hombres y mujeres de diversas edades, les ofrecen a los turistas que visitan la vereda suculentos platos de sancocho de gallina, pescado muqueado (pescado envuelto en hoja de plátano que se cocina bajo la arena), carnes y pollo, en una caseta que ellos mismos construyeron. Sus clientes, como los llama Saúl, llegan a través de los operadores.
A veces hacen recorridos por las cascadas y los cuerpos de agua, una actividad que hasta ahora comienza. “Hay que empezar por algo, y nos decidimos por la oferta gastronómica, aprovechando el sabor de nuestra gente. Luego le daremos fuerte a la guianza. Vamos lentos pero seguros. Queremos generar beneficios para todos, conformar una familia y convertirnos en una sola fuerza”, dice el líder.
Jeremías Pérez, hermano de Saúl y uno de los afiliados de la asociación, ha trabajado casi toda si vida como baquiano. Conoce la vereda de Cerro Azul como las palmas de sus manos, razón por la cual las operadoras lo contratan a menudo como guía.
“Me contactan para que lleve a los turistas por los cuatro niveles de Cerro Azul. En el mirador, en donde puede verse la Serranía de de La Macarena, cuento las historias de la vereda.”, dice Jeremías, quien tiene 53 años y llegó a San José hace más de tres décadas junto con su hermano.
A Cerro Azul llegan en promedio 50 turistas cada mes. Los recorridos por el cerro, donde pueden apreciar las pinturas rupestres, los lideran José Rojas y su familia, el dueño del predio.
La alimentación la brinda la asociación “Fantasías de Cerro Azul, puerta de Chiribiquete”, la cual aún no cuenta con una sede u oficina para orientar a los visitantes. Saúl asegura que los almuerzos para un grupo de ocho personas puede costar 100.000 pesos, y que en el último mes atendieron a cerca de 100 turistas.
Hace seis meses su sueño revivió. 20 campesinos de la vereda Cerro Azul, habitada por 45 familias, aceptaron unirse y crear la asociación de turismo comunitario “Fantasías de Cerro Azul, puerta de Chiribiquete”, la cual ya cuenta con personería jurídica y Cámara de Comercio.
Por ahora, la asociación está enfocada en la gastronomía local. Sus 21 miembros, hombres y mujeres de diversas edades, les ofrecen a los turistas que visitan la vereda suculentos platos de sancocho de gallina, pescado muqueado (pescado envuelto en hoja de plátano que se cocina bajo la arena), carnes y pollo, en una caseta que ellos mismos construyeron. Sus clientes, como los llama Saúl, llegan a través de los operadores.
A veces hacen recorridos por las cascadas y los cuerpos de agua, una actividad que hasta ahora comienza. “Hay que empezar por algo, y nos decidimos por la oferta gastronómica, aprovechando el sabor de nuestra gente. Luego le daremos fuerte a la guianza. Vamos lentos pero seguros. Queremos generar beneficios para todos, conformar una familia y convertirnos en una sola fuerza”, dice el líder.
Jeremías Pérez, hermano de Saúl y uno de los afiliados de la asociación, ha trabajado casi toda si vida como baquiano. Conoce la vereda de Cerro Azul como las palmas de sus manos, razón por la cual las operadoras lo contratan a menudo como guía.
“Me contactan para que lleve a los turistas por los cuatro niveles de Cerro Azul. En el mirador, en donde puede verse la Serranía de de La Macarena, cuento las historias de la vereda.”, dice Jeremías, quien tiene 53 años y llegó a San José hace más de tres décadas junto con su hermano.
A Cerro Azul llegan en promedio 50 turistas cada mes. Los recorridos por el cerro, donde pueden apreciar las pinturas rupestres, los lideran José Rojas y su familia, el dueño del predio.
La alimentación la brinda la asociación “Fantasías de Cerro Azul, puerta de Chiribiquete”, la cual aún no cuenta con una sede u oficina para orientar a los visitantes. Saúl asegura que los almuerzos para un grupo de ocho personas puede costar 100.000 pesos, y que en el último mes atendieron a cerca de 100 turistas.
“Por años, los hijos y familiares de José Rojas han realizado los recorridos por el cerro, por lo cual los operadores del casco urbano prefieren contratarlos a ellos. A la asociación, por ahora, solo la buscan para que preparen los desayunos y almuerzos. Sin embargo, los campesinos quieren consolidarse como guías”, asegura Diana Ropaín, profesional de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible, la cual apoya la estrategia de turismo comunitario.
“No queremos talar más”
Saúl afirma que los 21 miembros de la asociación tienen todas las ganas y la intención de sacar adelante el proyecto, para que así no tengan que verse obligados a tumbar más bosques para criar el ganado o sembrar cultivos.
“Vamos en serio y daremos la pelea para sacar adelante el proyecto. Como dice el cuento: este es el punto de partida para bregar y sacar a nuestras familias adelante. Con el turismo comunitario queremos ganar los recursos para subsistir, pero también necesitamos del apoyo del gobierno para hacer ese cambio de vida. Aún no contamos con herramientas que eviten que sigamos tumbando los árboles para tener las vaquitas, marranos, y pollos, y para cultivar yuca, maíz y arroz”.
Para este hombre de piel curtida por el sol y con manos ásperas de tanto trabajar la tierra, el problema de la deforestación en San José del Guaviare, catalogado como el tercer municipio con mayor cantidad de bosque perdido en 2017 (19.347 hectáreas), el campesino tala por mucho cinco hectáreas para su pancoger.
“Lo hacemos por necesidad, para tener que comer. Pero no somos los grandes responsables de la deforestación. Acá llegan capitalistas con mucho dinero para tumbar casi una montaña. Hasta 500 hectáreas hemos visto peladas. Como tienen tanta plata pueden hacer lo que quieran. Pero si el campesino tumba media hectárea para sembrar lo acusan”.
Apoyo al campesino
Según Ropaín, el turismo en la vereda Cerro Azul inició más o menos hace un año, cuando los campesinos le dijeron a la Secretaría de Turismo que necesitaban que las agencias del casco urbano los llamaran a ellos para atender a los visitantes.
“Querían que todo fuera más equitativo. Así empezó el diálogo. Este año, el Viceministerio de Turismo decidió apoyar el proyecto de Víctor Caicedo, un indígena dueño de una finca que quería hacer turismo en senderos con plantas medicinales. La iniciativa fue aprobada, lo que ocasionó que los campesinos de la vereda empezaran a organizarse y a pensar en colectivo. Así inició la asociación Fantasías de Cerro Azul”.
La Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible, organización que en 2016 realizó un inventario biológico y social en La Lindosa con la Universidad Javeriana, trabaja en fortalecer a la comunidad y diversificar el producto turístico con los atributos de la naturaleza, el monitoreo participativo y la avifauna.
“La Asociación ha avanzado a ritmo vertiginoso. En pocos meses, los campesinos han pasado de verse ajenos a la dinámica económica a sentirse ahora parte de un emprendimiento colectivo para la prestación de servicios turísticos. El acompañamiento por parte de la Fundación, con el desarrollo de reuniones y talleres para la planificación de la actividad turística en la vereda, ha influencia influenciado el fortalecimiento organizativo”, complementó Ropaín.
*Este es un producto periodístico de la Gran Alianza contra la Deforestación. Una iniciativa del Gobierno de Noruega, Semana y el MADS que promueve el interés y seguimiento de la opinión pública nacional y local sobre la problemática de la deforestación y las acciones para controlarla y disminuirla.