Thu, 07/24/2014 - 10:08

Soltería y sus razones

Foto: Pastel de matrimonio
Foto: Columnista Leticiahoy
Jaime Andrés Barbosa Poveda

Mi soltería y sus razones

Llegar soltero a los 35 años es visto por algunos como el estado natural de aquel hombre que se resiste a compartir su vida con alguien por el temor de dejar a un lado la libertad de responder por sí mismo; mientras otros piensan que es oponerse a la atadura que le pueda generar un compromiso serio que lo limite en su actuar o que simplemente después de algunas relaciones no ha encontrado a la pareja ideal. Mi situación es una mezcla de todas estas circunstancias.

Si, tengo 35 años y soy soltero, no me preocupa mi estado. Lo acepto y en cierta medida me gusta. Es esa zona de confort que me permite conocer de manera sana; mujeres con distintas personalidades, salir a reuniones con amigos o familia sin angustiarme por pedir permiso y viajar a donde quiera sin la preocupación de buscar excusas para no hacer sentir mal a mi pareja que por X o Y motivos no me pueda acompañar; entre otras cosas. Puedo estar equivocado pero en la mayoría de situaciones es así y me ha pasado.

Como por ejemplo; hace algún tiempo mi novia de entonces me programó asistir al matrimonio de un familiar de ella; yo con el ánimo de evadir ese compromiso que me parecía “jartísimo” porque no conocía a quienes se casaban, decidí decirle que debía quedarme en casa de una tía cuidando el perro que estaba enfermo; ya que ellos se iban de viaje y no permitían mascotas en el sitio donde se hospedarían. Excusa perfecta.

-“¿Dónde es la casa de tu tía?”. Me preguntó con desconfianza.

-“¿Y en donde es el matrimonio?”. Me anticipé.

-“En un salón de recepciones por la carrera 30 con calle 6”. Respondió.

-Uyyyy no. La casa de mi tía es en Chía. Muy lejos. Ni modo de acompañarte un rato dejando al perro sólo por unas horas. Uno es tan de malas que preciso le ocurre algo a ese animal. Lástima. Me hubiera gustado ir”.

Me sentí aliviado al sentirla comprensiva, siendo ella extremadamente celosa. Pero el día del matrimonio…

-“¿Qué hubo Jaime?. ¿Qué anda haciendo?”. Era *Manuel un amigo de infancia.

-“Nada hermano, en el apartamento mirando series repetidas y decidiendo que hago de almuerzo. ¿Qué hay que hacer?”.

-“Jajajaja. Vamos a tomarnos unas cervezas y comemos algo, voy con una amiga con la que estoy saliendo”.

-“Listo, vamos”.

El plan era sano, sin riesgo de infidelidad. Todo iba bien hasta que mi amigo publicó en su estado de Facebook: ”Comiendo alitas, tomando pola y cagados de la risa con *Pepita Perez y Jaime Andrés Barbosa Poveda”. No me di cuenta sino hasta cuando sonó mi celular y sin saludar una mujer alterada me dice:

-“¿Muy “cagados” de la risa?, tomando cerveza y quien sabe con cual “zunga” están, ¿ese era el perro?, ¿a su amigo le dicen así?”.

-“Aló, aló. Espera me ubico mejor. (Juemadre me pilló). Cálmate un poco y te explico. Resulta que ellos prefirieron dejar al perro en el veterinario para que estuvieran más pendientes y pueeessss esta tarde *Manuel me llamó para invitarme a tomar algo y presentarme a una amiga con la que él está saliendo y que no es ninguna “zunga” ni nada por el estilo”.

-“No quiero hablar contigo”. Me colgó.

No quiero justificar lo que hice pero es una de las pocas salidas que uno tiene cuando a su lado tiene a una persona celosa. Uno no siente las ganas de ser sincero sobre cosas por inocentes que sean; por el simple hecho que por sí o por no se molestará. Ejemplos he visto muchos a lo largo de mi vida y en distintas partes; cuando eso ocurre en otras parejas, siento algo de tranquilidad al no pasar la vergüenza por causa de alguna discusión, pataleta o escenita incómoda ante la familia, amigos o un sitio público. Muchas veces en mi mente aparece esa canción “Soy soltero” de Jhonny Rivera que dice en su comienzo: “Soy un hombre soltero no tengo compromiso para irme pa´ la calle a nadie pido permiso, tengo un corazón grande muy fiel y muy leal puedo querer a muchas y a todas por igual”.

Entre más pasan los años, más exigente uno se vuelve al conocer a una mujer. No en el aspecto físico sino en el personal. Cualquier detalle pasa por el estudio interno para saber si es conveniente o no poder intentar algo o dar un paso más en esa relación. Sus gustos, su vida familiar –que para mí es fundamental-, sus creencias, sus actitudes, su modo de ver la vida y eso sí; que tenga un sentido del humor fenomenal; si esos aspectos no son primordiales en esa persona, sencillamente me desencanto. Tener al lado a una mujer que sea negativa ante la vida, que todo le duela, todo le moleste y que haya que explicarle los chistes no es para nada de mi agrado. Las únicas “limoncitas” que me gustan son las galletas.

A los hombres el estar solteros nos importa muy poco, lo tomamos como algo que hay que saber llevar y no nos genera ningún afán por adquirir un compromiso. No nos angustia. En cambio, charlando con algunas amigas me expresan que ya a los 30 años o menos, empiezan a sentirse que “las dejó el tren” y que de ahí en adelante buscan con algo de premura a su príncipe azul; aunque ni tan príncipe ni tan azul pero si tener a alguien a su lado. Sentirse acompañadas es darse un status de seguridad y tranquilidad con el que que pueden ir a cualquier sitio junto a su pareja sin que las estén tildando de “solteronas”. Eso les produce pánico.

Estuve hace unos días en el matrimonio de una prima, en el cual se les veían muy felices a los novios; se sentía ese amor y esa entrega hacia el otro y la seguridad en cada uno de ellos al encontrar su complemento para iniciar esta nueva etapa de sus vidas. Eso me alegró muchísimo por el futuro de ambos. Sin embargo, en mi condición de soltero debo asistir a esos eventos con la disponibilidad y la actitud necesaria para oír:

-Y que Jaime. ¿El suyo para cuándo?. Ya está como quedadito o ¿es que es muy esquivo y resbaloso?.

Por lo general contesto con tranquilidad: “No se preocupen; ya tengo el sacerdote, la parroquia, el lugar de la recepción y el viaje de bodas; sólo me falta la novia”. Por fortuna, -y agradezco a los anfitriones- ese día no hicieron esa dinámica en donde pasamos los hombres solteros a disputarnos la liga de la novia por medio de bailes y otras maromas. Debo decir que anteriormente no veía ese juego con incomodidad y algo de rechazo como ahora; sólo hasta cuando estuve hace algún tiempo en otro matrimonio y, noté a los demás competidores con edades desde los 17 hasta los 28 años. Me sentía en el lugar equivocado, muy viejo para estar en esas. Al final, sólo me gané el aplauso de los asistentes y las palabras de consuelo y resignación de una señora de avanzada edad al decirme: ”Mijito, otra vez será”

Así pues, llegará el día en el que tenga a mi lado a la mujer con la que me sienta seguro, tranquilo y feliz y que yo la haga sentir de la misma manera a ella. ¿Cuándo?. No se, ni me afano. Por el momento, seguiré saliendo, conociendo y también viendo desde la barrera alguno que otro show que parejas inmaduras protagonizan en sitios públicos y es ahí donde doy “play” de nuevo en mi mente a la canción de Jhonny Rivera: ”Soy un hombre soltero…”

*Los nombres fueron cambiados.

Jaime Andrés Barbosa Poveda
andresbarpo@gmail.com
@andresbarpo

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